miércoles, 23 de noviembre de 2016


Condenados
Escenarios inmensos como la noche,  
como el apetito de las fieras que sucumben a su instinto.
Bailamos
el papel de alguien más,
nuestro lugar yace en otros teatros
entre otros brazos.
A nuestros costados,
telones heridos,
amputados por la furia de danzantes.
Reflectores que enardecen poros,
e v a p o r a n cualquier rastro de sudor.
Puedo mirarte tan de cerca,
tu pecho, erguido por las ansias, me trae hacia ti.
Cuerpo intruso,
tan parecido al mío,
embelesado por la bestialidad de su anhelo.
Somos ese dúo que ostenta cargadas imposibles,
sacudidas que pronto liberan frustración de los vientres.
Dos suicidas ante el movimiento.
La orquesta permanece en silencio,
los instrumentos, intangibles.
Seguimos el ritmo de nuestras propias voces,
del choque de cortezas,
de gemidos.
Inevitables,
nos empapamos en sosiego,
calma,
oscuridad.
La fatiga se apodera de las extremidades,
los tendones se tro
zan.
Apenas murmuramos, con bocas sedientas, remordimientos,
y miramos nuestros cuerpos levantarse a dar reverencias.
No cantan los aplausos.
No existen las miradas.
Somos dos intérpretes,
desnudos,
condenados por los ausentes.  


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